viernes, 15 de abril de 2016

Lo que Dios escribe en nuestras vidas.


Escribir es un don, un regalo del cielo para compartir buenas nuevas; para influenciar a otros;
para animar y para despertar a los que duermen en la monotonía de la vida.
Más para escribir hay que saber prestar oído cuando Dios habla, para que la tinta inspiradora

quede impresa en las páginas escritas y sea escuchada visualmente.

En algunas ocasiones, Él permite que Su voz audible sea leída por otros en las lágrimas que debemos derramar al comprobar nuestra ineficacia cuando suceden eventos no programados en nuestra vida.

Salmos 22:19

Mas tú, Jehová, no te alejes;
Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme.


Saber oír y entender esta voz audible de parte del Señor, genera en nosotros aquel llanto desgarrador que fluye desde lo profundo del alma, al hacernos un exámen exhautivo a nuestro andar para intentar entender en qué fallamos al encontrarnos en situaciones extremas.


Salmos 26:2
Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; 
Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.


Luego que reposamos de nuestra tribulación, entendemos que Dios nos comprende y no nos abandona en medio de la aflicción pues él tiene un propósito que cumplir en nuestras vidas.

Salmos 27:14

Aguarda a Jehová;
Esfuérzate, y aliéntese tu corazón;
Sí, espera a Jehová.


Así que continuamos el camino trazado para seguir sirviendo con la fuerza que Él nos deja tener en este, Su tiempo.

Salmos 27:13
  Hubiera yo desmayado,  si no creyese que veré la bondad de Jehová

 En la tierra de los vivientes.


Por eso animo en este día a aquellos hermanos que sufren alguna tribulación momentánea, para que sean consolados por el Señor para que cobre nuevos alientos en Su palabra y en aquella oración profunda con el Señor, para que deje que Dios siga escribiendo en sus vidas la historia que quiere que usted viva para servirle a Él con honor.

Y a usted, si aún no le conoce, le animo a recibir al Señor Jesús en su corazón, para que Él escriba con tinta roja una nueva historia en su ser, en hojas blancas de perdón.

¡Dios le bendiga!

Su servidora

Verónica