Mientras
estábamos en un retiro femenino, fotografiaba esta actitud reverencial, y analizaba
las diferentes etapas de la vida en la que nos toca a cada cual vivir.
Lo
que me cautivó de esta toma, fue que no importaba si la veían, nadie podría
entender el lenguaje íntimo de una hija y su Padre Celestial, más que nosotras,
sus hermanas.
En la libertad de la extensión de la playa, nadie la
interrumpiría y si alguien osara decirle algo, estaríamos allí para
salvaguardar su comunión íntima con el Señor.
Todos
necesitamos de esa comunión íntima con el Señor, es primordial, pues nos anima
a levantarnos y caminar en medio de manadas de lobos, y resistir venenosas
artimañas con el antídoto de Su Palabra.
Aquella
Palabra que también es nuestro alimento, aquel que nos da energía cada mañana,
bien temprano, en un tiempo a solas, antes de cualquier rutina.
En un lugar
especial en donde nuestros hijos sepan que no deben entrar hasta que salgamos; un
lugar donde nuestra Biblia esté a salvo del olvido, un lugar donde la oración
llene los espacios de nuestra mente y
corazón, un lugar santificado al Señor, porque allí tenemos: "Su TOTAL atención".
Quiero resumir que esto nos permite alegrarnos en su presencia, poner en orden nuestros pensamientos, no afanarnos, descansar, ser honestos, y armarnos espiritualmente en el día, "discernir entre lo lo más importante y lo más urgente" para poder dictaminar y delegar con sabiduría, así como el Señor Jesús hacía y nos legó en su ejemplo.
Marcos 1:35 al 39
Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió a un lugar desierto y allí oraba.
¡Que el Señor les bendiga!
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