lunes, 16 de septiembre de 2013

"La infidelidad no tratada de hombres y mujeres cristianos en el matrimonio".





Me he quedado analizando ciertas frases que son comunes de oir, tanto de mujeres y hombres infieles a sus conyuges.

La mayoría suele poner enfasis en su dolida soledad y su necesidad de ser querido, otros en cambio, incorformes en su estado matrimonial, experimentan nuevas sensaciones jugando a conquistar en territorio ocupados por el enemigo, desconociendo quién habita en su corazón.

Constantemente la tónica es la queja del "ego frustrado" o del insistente desapego  de una de las partes y las quejas del cónyuge herido al replicar conductas, con la consabida excusa:
Si él o ella  pudo, ¿Porqué yo no? 
"Voy a seguir con mi propia vida ".

Es cierto, la vida sigue, pero esa vida tiene un dueño y ese es Dios y hay consecuencias a la desobediencia.
La mas importante es que se pierde la comunión con Dios 
de manera brutal, además de herir cruelmente a su cónyuge, quebrar la confianza, además de perder todo un círculo social establecido dentro del entorno y la falta de testimonio crea el silencio y la ausencia espiritual, por falta de autoridad moral y se queda en un círculo solitario del cual es muy difícil salir sin recibir una sanción moral de parte de terceros.

Al tratar este tema, me gusta repasar en el "Libro de Oseas", no sé si lo habrán leído, (se los recomiendo); es la historia de Israel infiel al amor permanente de Dios cuando cayó en idolatría y comparo esta situación al caer en adulterio y es similar a  "erigir nuevos dioses en el corazón", dejando de lado la voz de Dios en cuanto a la santidad conyugal.

Cuando la mujer o el hombre cae en adulterio va tras su amante, y su condición suele ser peor que la anterior y suele encontrarse trabajando doble por su sustento, para  responder a los que dejó atrás, y a los que tiene al frente para afirmar su posición y eso le hace recordar que con su esposo(a) tenía todo, dormía en su lecho y acomodaba su cabeza en la almohada cada noche con seguridad.
Si tenían mucho o poco; lo que importaba era que estaban en comunión con Dios y seguros de su provisión diaria.

En contraste a lo que se señala en los parrafos anteriores,
existen hombres y mujeres cristianos que aman y quieren servir al Señor, hoy en día, enfrentando la batalla contra toda especie de ataques, tomados de la mano de Dios, para permanecer unidos hasta que la muerte los separe y eso es tarea de "valientes y esforzados", no de miedosos.

La vida conyugal no es un mar de tranquilidad, porque suelen sucederse tormentas y hay que estar preparados para soportar el vaivén en el barco en que se navega y si usted prefiere ser inmadura(o) en su vida y dejarse llevar  por el vaivén de la necedad, no va a salir libre de voltear su estómago.
Por tanto, salga de una relación extra-marital, si lo está, o deslíguese de cualquier relación que produzca en usted desarraigo conyugal; busque ayuda para saber confrontar su pecado con personas con testimonio e integridad y que sean éticos, capaces de ayudarles en forma personal y ármese de valor para confesar y pedir perdón para permitir que Dios restaure su vida.
Dios le ama y quiere que sus hijos le obedezcan y sean felices.
 Y usted: 
¿Está dispuesta(o) a obedecer?
 El privilegió de la restauración que Dios provee es para valientes y esforzados ,no lo olvide.
¡Dios les bendiga!

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