martes, 25 de febrero de 2014

¿Cómo se incendia un matrimonio?


En la ciudad donde vivo, al principio del verano, el humo nos ahogaba por momentos.
El viento que soplaba en las tardes, del Oeste hacia el Este, nos 
dejaba a expensas de este humo,  producto de los incendios forestales que ocurrían en los cerros de los poblados, no muy distantes.  
Las noches se hacían irrespirables y el calor reinante no nos permitía cerrar las ventanas.

La ropa, tendida en los cordeles del patio, quedaban oliendo a humo.


La ciudad un día se oscureció, porque no era uno, sino varios incendios que, extrañamente, ocurrieron en esas fechas.


Las autoridades designaron varias medidas de resguardo y yo creía que estabamos siendo asolados por manos maliciosas que querían incendiar la ciudad.

La gente reclamaba la poca o la mala disposición de servicios para apagar estos incendios y la temperatura reinante poco ayudaba a aliviarlos.

Me ponía a regar mi casa, sí, así es: 
Tomaba la manguera con que riego mis plantas y mojaba las paredes y el techo de la misma, en un intento de sofocar el calor que de pronto nos ahogaba.
Fueron las fechas en que hubieron 37 grados a la sombra y ya se 
imaginarán, sin resguardo, cuánto harían fuera de casa y en otras 
localidades.

El agua que le colocamos a la piscina que instaló mi esposo para 
que disfrutáramos unos días, llegó a estar tan caliente que tenía
que colocarle agua fresca, cada vez que nos bañabamos. Era como
estar en una tina caliente, pero en verano, por supuesto, esto era 
extraño.

Miraba al cielo, en busca de una nube cargada de lluvia 
y me imaginaba los días de Elías, sin ni una nube, a lo lejos.

Al poco andar, esto acabó, gracias a Dios.

Ahora que entamos finalizando Febrero, la brisa es reconfortante
y las tardes están más frías y la llegada del otoño se asoma a
grandes pasos.

Meditando en esto...

La vida matrimonial muchas veces es un incendio forestal.

La falta de respeto, encienden chispas de fuego en la violencia
de las palabras y algunos suelen asemejarse en los golpes que 
propinan a sus cónyuges, (con el fuego del odio), a árboles 
incendiados, derribándose sobre sus cónyuges, llenándo de 
cenizas el hogar.
Lo peor de estos incendios es que no se llama a los bomberos
inmediatamente, y quedan focos a medio encender en el jardín
de la esperanza, y suele suceder que el humo provocan ceguera
y desmayos en la memoria de los heridos, que  cuando finalmente
acuden los bomberos, ya no hay nada que hacer.
La casa del amor queda asolada, ni una sola fotografía se salva
de la fuerza del evento.
El olor de lo quemado hastía, y los cimientos de la casa, son 
abatidos por la fuerza del fuego.

La tristeza asola los corazones y el llanto sólo puede aliviar un
momento, pero la huella de la voracidad del fuego no deja rastros
de la unión y muchas veces se abandona la esperanza de reconstruir, un nuevo nido, en el mismo sitio.

Sé que es medio alegórico lo que escribo, pero es la verdad de algunos matrimonios que un día gozaron de la bendición de Dios y al apartarse de su camino encontraron sólo destrucción a su paso y el exterminio de la verdad de Dios en sus corazones.

Si usted vive de este modo o si ya está siendo asolada su casa con los primeros destellos de un incendio, no dude en acudir por ayuda.
Primero: 
Deben reconocer su pecado frente a Dios y pedir perdón por 

alejarse de su guía, queriendo hacer por ustedes mismos, una solución aparente, a sus conflictos.

Segundo:
Acudir a su guía espiritual, (su Pastor), para ser orientados y 

también, acudir a un especialista "cristiano" en conflictos matrimoniales, para resolver de manera específica su comportamiento agresivo, que nacen de un corazón y una voluntad alejada de Dios y del dominio propio, para aprender métodos que detengan las causales de conductas mal interpretadas.

El tiempo de la restauración de su matrimonio puede demorar si no pone atajo a los miedos que provoca el confesar sus problemas.

La vergüenza suele ser un estorbo en la lucha por reinvindicar sus lazos.

No existen culpables externos, ni siquiera el gato tiene que ver con 
su comportamiento agresivo, si es el agresor;
Ni es la vida que se merece, si es la víctima.
Ignorantes o pecar de autosuficiencia, sí, los dos,  frente a Dios, por desconocer sus derechos de hijos que clamando al Padre celestial, pueden resolver sus conflictos, espiritualmente hablando, a la luz de su Palabra.

Los actos de reinvindicación están a la mano si es un persona cristiana. 

¿Está usted dispuesto(a) a ejecutarlos?
Un versículo para meditar: 
EFESIOS 5:29
PORQUE NADIE ABORRECIÓ JAMÁS A SU PROPIA CARNE,
SINO QUE LA SUSTENTA Y LA CUIDA,
COMO TAMBIÉN CRISTO A LA IGLESIA.
Nota:
Si usted está pasando por estos episodios en su vida conyugal 
y aun no conoce a Cristo, le invito a deponer su voluntad incrédula
hacia Dios, en una oración en el nombre glorioso de nuestro 
Señor Jesucristo, para reconocerle como Señor y Salvador de su vida y el le perdonará, limpiando su vida con su sangre preciosa y usted será su hijo(a) eternamente y enviará su espíritu Santo a sellar su vida y usted será propiedad de su Divino hacedor y el le ayudará, porque es el único que puede fortalecerlo en la voluntad del cambio en su matrimonio.
Dios es el creador del matrimonio y no se equivocó al diseñarlo, aún hay esperanzas y sólo él puede resolver su eternidad, y su vida, aún, en esta tierra.

¡Que sus vidas sean muy Bendecidas!





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