Cuando comenzó el verano, me puse a despertar a cualquier
insecto invernal que aún no hubiese escuchado la llegada del
calor y que al verme, huyera despavorido al ver mi cara de
exterminadora.
Contagiado por mi premura, "mi escobillón mal herido",
Blandía sus cerdas a medias, pero seguro, con arrojo y valentía,
realizaba su tarea, de frente a la responsabilidad que le competía
de mantener las superficies a salvo del polvo, insectos o cualquier
otro elemento sospechoso de ocho patas o rastrero.
Luego lo llevé al cuarto de mis hijas.
Lo dejé estacionado, mientras me dirigía al mueble de la ropa.
Como un general, arengaba a la ropa a cuadrarse en formato
de colores y estaciones en las gavetas.
Qué pantalones, qué faldas, blusas, ropa de lana, ropa de hilo
de cuanto fuera, debía estar posicionada en la gaveta y cuando
la última gaveta estaba lista, no entraba.
Era la "gaveta insubordinada"...volví a dar la orden, pero no respondía.
Me cuestionaba si moviéndola, entraría, y yo, ya estaba
en cuclillas, así que decidí despojarla de su encuadre, para darle un
escarmiento y nada, "no entraba".
Una vocecita interna me decía:...
"Revisa los rieles y ve si no hay algún clavito o tornillo suelto, o si algo
está torcido".
Volví a revisar todo, recogí un tornillo que estaba dando tumbos
en el suelo, clavé los clavos sueltos y enderezé los rieles y cuando ya
exhausta, queriendo mandar al calabozo a la "bendita gaveta",
finalmente:... !!Entró!!
El escobillón aplaudía el encomiable esfuerzo y se dispuso con alegría
a terminar de barrer el piso del cuarto y logró su merecido descanso
cuando completamos la tarea.
Al meditar en este hecho en forma figurativa, quise compartirlo con
ustedes a modo de enseñanza personal.
Sé que como madres, solemos agobiarnos por las conductas
de nuestros hijos y cuando hay un problema, nos vamos de
obtusas,intentando poner la gaveta de la vida de nuestros
hijos,a nuestro modo, en su posición original, y olvidamos
en la premura del momento, que Dios tiene las piezas del
ajuste perfecto, entonces:
Barra la duda y desesperanza,leyendo la Palabra de Dios,
cada día; observando con corazón dispuesto, el obedecer
en la espera, con la esperanza de que la gaveta del corazón
de su hijo, se ajuste a la voluntad de Dios.
Conozca la necesidad de su hijo(a) al conversar con él(ella)
y dele tiempo de abrir su corazón sin juzgar sus razones o
emociones y cuando menos lo piense la limpieza y el orden
entrará de lleno en la vida de sus hijos porque el Señor
hará la obra a su tiempo.
¡Sean muy bedecidas(os)!
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