Encontrar una rata en el patio trasero de la casa en una experiencia traumática
y frustrante.
Mientras colgaba la ropa sentí un mal olor que me hacía sospechar la presencia de roedor
muerto pero no estaba segura, así que hice razia visual y al no ver nada, seguí en mi
labor y de pronto ahí estaba! ...(Creo que me conmocioné demasiado).
Me contuve y no pude gritar, pues no quería que mis hijas e hijo, aprendieran conductas
nocivas acerca de enfrentar peligros rastreros.
Me tragué el horror de la visión y pedí ayuda a terceros y obviamente sólo obtuve instrucciones de cómo sacarla y una buena vecina, me brindo una bolsa negra para retirarla del fondo del balde de limpieza, pues allí estaba, quieta, tiesa y " moricida" como diría "Papelucho" en sus historias.
Me vestí de chica maravilla y me dí valor en una oración de petitorio de sabiduría, para no salir arrancando como gallina "clueka" al realizar la operación de despeje.
Llevé sus restos mortales a un lugar de desperdicios y volví a casa victoriosa.
La rata suicida me dejó sintiéndome con mis defensas de protección bajas y sólo se levantaron
cuando mi esposo cloró el patio y lo volví a usar.
Después de esta historia, escuché algunas peores, con reacciones variadas y me sentí una mujer valiente por haberla sacado.
Meditando en ello quise escribir al respecto.
En ocasiones, nosotros como cristianos, dejamos de sentir temor de Dios y es tal el irrespeto
hacia él, que descuidamos nuestra vida espiritual y dejamos de higienizar nuestra mente y
corazón, permitiendo que las ratas inmundas del pecado, invadan el patio trasero de nuestra
casa celestial, a tal punto que corren holgadamente por cada rincón, dejando sus excrementos,
provocando un derrumbe en el equilibrio físico y mental a causa del mal olor
que después de un tiempo, nos cauteriza el olfato y nos acostumbramos a vivir de ese modo
sin siquiera inmutarnos, a pesar de que nos vemos enfermos.
Si usted reconoce esta "sintomatología" de inmundicia camuflada, no dude, ni demore en acudir
a Dios confesando su pecado, es más, no crea que es un acto liviano o superficial de
confesión, es un acto sin argumentos y sin justificaciones, no quiera burlarse de Dios.
El tiempo que usted ocupe en la confesión íntima con Dios debe ser el necesario para ser
quebrantado.
La convicción de pecado es primordial por tanto la confesión redime nuestra alma, sana
nuestra conciencia, y purifica nuestro espíritu.
Recuperar la salud espiritual es fundamental para vivir con la casa del corazón, bien
limpia y clorada con la confesión, y aromatizada con la Palabra de Dios.
Le insto a buscarle de todo corazón para recibir de su perdón sanador.
Unos versículos para meditar:
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
Confesaré, dije, mis transgresiones a Jehová.
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
Salmos 32:5
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